La crisis climática es una crisis educativa
En las conversaciones sobre el cambio climático durante la COP28 en Dubái, el fondo la Educación No Puede Esperar hace un llamado a donantes para que movilicen con urgencia más recursos, a fin de ampliar el acceso vital a una educación de calidad para las infancias afectadas por las crisis
Por el Muy Honorable Gordon Brown y Yasmine Sherif
“El único idioma internacional que el mundo entiende”, dijo Eglantyne Jebb, fundadora de Save the Children, “es el llanto de los niños”, y cada vez hay más pruebas que confirman que las infancias no solo son las víctimas inocentes de los conflictos a las que se debe escuchar, sino también los víctimas más vulnerables del cambio climático.
La crisis climática es una crisis educativa. Aquí y ahora, la crisis climática está privando a millones de niños, niñas y adolescentes de su derecho a aprender, a jugar y a sentirse seguros.
En Pakistán, graves inundaciones han destruido o dañado más de 26,000 escuelas en el último año. Esto ha expuesto a más de 600,000 niñas adolescentes a un mayor riesgo de abandono escolar, violencia de género y matrimonio infantil. En Etiopía, niñas como Mellion pasan hambre y corren el riesgo de abandonar la escuela para siempre como consecuencia de la actual sequía.
Si bien la crisis climática amenaza a los derechos de todas las personas del planeta, quienes sufren la peor parte de su impacto son los niños y niñas más vulnerables quienes ya viven en entornos de crisis prolongadas debido a conflictos armados, desplazamientos forzosos y otras crisis. Para dichas infancias y para sus comunidades, el cambio climático ya es una realidad aterradora que puede significar la diferencia entre la vida y la muerte, la guerra y la paz, y la posibilidad de aprender o no.
En este momento, en todo el mundo, hay 224 millones de infancias afectadas por crisis que necesitan urgentemente apoyo educativo. Nuevos análisis realizados por la Educación No Puede Esperar (ECW, por sus siglas en inglés), el fondo mundial para la educación en situaciones de emergencia y crisis prolongadas, auspiciado por UNICEF, ha descubierto que, desde 2020, 62 millones de estos niños y niñas han sufrido los efectos de peligros relacionados con el clima como sequías, inundaciones, ciclones y otros fenómenos meteorológicos extremos. Esa cifra se acerca a las poblaciones totales de varios países del G7, como el Reino Unido, Francia o Italia.
Si bien dichas infancias son las que menos han contribuido al cambio climático, son las que más tienen que perder. Durante la última década, 31 millones de niños y niñas en edad escolar se han visto desplazados por la crisis climática, con 13 millones en sólo los tres últimos años.
La crisis climática representa una amenaza real y presente para la seguridad mundial, la prosperidad económica y la base misma de nuestras sociedades. Según el Banco Mundial, de aquí a 2050 los impactos del cambio climático podrían suponer un costo para la economía mundial de 7.9 billones de dólares estadounidenses y forzar el desplazamiento de 216 millones de personas dentro de sus propios países para 2050.
La gravedad e intensidad de ciclones, tifones, inundaciones y sequías sigue en aumento. El número de desastres causados, en parte, por el cambio climático se ha multiplicado por cinco en los últimos 50 años. Los peligros relacionados con el clima repercuten directamente en el número de desplazamientos, pero promueven, además, disputas por unos recursos escasos y suponen una amenaza para la frágil paz en muchas partes del mundo. Más del 70% de refugiados y desplazados internos por conflictos y violencia proceden de zonas afectadas por el cambio climático.
En conjunto, estas crisis interrelacionadas que representan el cambio climático, los desplazamientos y los conflictos están teniendo un grave impacto en las oportunidades educativas de millones de niños, niñas y adolescentes de todo el mundo.
Al mirar las conversaciones sobre el cambio climático de este año en Dubái (COP28) y al Foro Mundial sobre los Refugiados en Ginebra, debemos establecer un vínculo entre la acción climática y la acción educativa, que es nuestra inversión en nuestra población, nuestro planeta y nuestro futuro.
Para hacer frente a este reto, ECW hace un llamado a los donantes, al sector privado y a otros asociados clave para que movilicen con urgencia 150 millones de dólares en recursos adicionales. Se trata de una importante contribución al objetivo general de movilización de recursos de ECW de 1.5 billones de dólares estadounidenses para su plan estratégico 2023-2026.
Todos sabemos que la educación tiene un buen retorno de inversión. Las inversiones a largo plazo en capital humano, incluidas la educación, la formación profesional y la salud y el bienestar en general, ofrecen un rendimiento 10 veces mayor al de las inversiones en capital físico. Al invertir hoy en educación, estamos invirtiendo en la prosperidad económica y social de mañana, en el fin de los desplazamientos y el hambre, en un mundo mejor y en el futuro de las infancias.
La crisis climática amenaza con poner fin a la civilización humana tal y como la conocemos hoy. Ahora es el momento de abordar esta cuestión de frente, y la educación desempeña un papel clave. Mediante la continuidad del aprendizaje de los niños y niñas más vulnerables, y el vínculo de la educación de calidad con la acción climática, podemos dotar a toda una generación de guardianes del clima con las capacidades necesarias para adaptarse a los cambios que se producirán en el medio ambiente y allanar el camino hacia un futuro mejor.
En el ojo de la tormenta, hacemos un llamado a los nuevos donantes y a los ya existentes para que nos apoyen. Les pedimos que actúen, aquí y ahora. ¿Aceptan el desafío?
Fin del texto.